Y es que si hay algo rico yo me apunto, y no me hago paltas para probar algún lugar nuevo. Así fue como llegamos a Miraflores en unas de nuestras búsquedas de almuerzo, y ya que nuestra primera opción era una cebichería que estaba reventando de gente, fuimos al lugar más cercano y terminamos en La Panka.
Empecemos con el local, que estaba muy bonito y con la línea gráfica por la que apuesta Gastón para todas sus inversiones... full tipografía, full detalle. La Panka tiene la temática de las comidas que encuentras al paso hechas a la brasa, así que la decoración apunta a lo que verías en un mercado del barrio: sillas de madera añejas, tazones de metal blancos, atados de ajos y especias, etc. La carta no es muy extensa, pero está bien hecha como para darte un buen banquete. Y para los pequeñines están individuales de papel con sus crayolitas para que no se aburran.
La comida consta más de piqueos, ya que lo que se hace a la brasa son cosas como anticuchos, champiñones, hamburguesas, etc. Pero para ser platos sencillos están muy bien servidos, y son ricos. Yo me moría por probar el pastel de choclo, y fue un golazo... rico-rico porque era lo suficientemente dulce y el relleno de menudencia estaba aderezado con salsa anticuchera. Lo acompañé con una limonada de menta y kión... pica pero estaba buenaza. Y pensé - " me como un sanguchito de pollo a la brasa para no empacharme". - error... el sanguchito llegó en un enorme pan francés, con una ensalada de la casa y aderezo agridulce, un montón de camotes fritos y un rico ají carretillero. Era un montón, pero valientemente me lo terminé para no desperdiciar nada...jeje.
La verdad todos estuvo rico, y fue lindo encontrar otro lugar con esa añoranza de lo criollo tradicional.
*Algo bizarro: es que los tazones blancos de metal, si bien son lindos, no sé porque me hicieron recordar a esas bacenicas antiguas. Sé que es raro, pero créanme que fue lo primero que me vino a la mente cuando los vi, pero ni así se me quitó el hambre...jajaja.